Como ocurre en otros trabajos de construcción, subyacen dos elementos muy peligrosos para el cliente:
De un lado, la falta de profesionalidad, derivada con frecuencia de empresas creadas en 24h y que en numerosas ocasiones también desaparecen sin previo aviso. Son empresas sin solvencia técnica real, aunque con un atractivo envoltorio publicitario, que llevan necesariamente a una mala praxis: el empleo de materiales de baja calidad en muchos casos, y lo que es más importante, inoportunos en otros. ¿Cómo es esto posible? No resulta difícil encontrar aplicaciones de materiales combustibles en falsos techos con luminarias incandescentes, materiales higroscópicos en cámaras de aire con humedad derivada de pequeñas filtraciones, incluso materiales que promueven la anidación de roedores e insectos, y un largo etcétera.
Por otra parte, la elevada oferta derivada de lo anterior, lleva aparejada una guerra de precios bajos. El problema es que, para conseguir tales precios recurren a mermas cualitativas y cuantitativas. Y es que, como en definitiva se trata de un tipo de aislamiento que queda oculto en la cámara de aire, sucumben a la tentación de aplicar cantidades muy por debajo de lo necesario para conseguir el resultado deseado y de materiales que no siempre son de la calidad contratada.